MOMENTO DE INICIO O EXPLORACIÓN
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GUÍA # 3 –
PERÍODO 2
¿Qué es
método?
¿Qué es Experimento?
¿Qué es método experimental?
¿Qué es ciencia?
DIMENSIÓN COGNITIVA – MOMENTO DE ESTRUTURACIÓN
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El naturalismo es un movimiento artístico y principalmente literario,
que surgió en el siglo XIX como una suerte de continuación y profundización del
realismo, opuesto por lo tanto al idealismo romántico.
Este movimiento se
caracterizó por una visión artística más apegada a la realidad,
objetiva y sobre todo comprometida con el retrato de las clases sociales más
desfavorecidas, cuyos problemas pretendía explicar mediante una visión
racional, cientificista y desprovista de moral.
El naturalismo surgió
principalmente en Francia y de la pluma del escritor y
periodista Émile Zola (1840-1902), considerado su padre y.
CARACTERÍSTICAS
DEL NATURALISMO
v El argumento: Carece de singularidad, pretende representar lo normal y
cotidiano. Sólo se refleja un tramo de la vida de los personajes. Con la
llegada del naturalismo, el argumento deja de ser un entretenimiento para
convertirse en estudio social.
v Los temas: La novela introduce temas palpitantes de la sociedad en que se
escribe y lee la obra, tales como las tensiones ideológicas, o los episodios
contemporáneos. Irrumpe con fuerza el mundo del trabajo y el dinero como móvil
imperante de la sociedad. Bajo la influencia del naturalismo aparecen nuevos
temas tratados con una óptica distinta y con mayor crudeza de tono. Del amor
irrumpen los aspectos carnales y de la pasión interesa el impulso carnal.
Conforme la novela se aproxima al final del siglo, sus contenidos se tornan más
simbólicos e intelectuales.
v Los personajes: Son vulgares y grises, sin rasgo ni distintivo especial, destaca
la gran importancia prestada al personaje femenino. En la primera etapa del
Realismo los personajes son encarnación de ideas. Progresivamente los
personajes se aproximan a los seres de carne y hueso. Contrasta la forma de ser
presentados. El naturalismo contempla al personaje como animal sujeto a leyes
de la naturaleza y a las de la sociedad.
v El tiempo: El conflicto se desarrolla a lo largo de unos años que resultan
centrales en la vida del personaje. La obra comienza en el punto en que va a
iniciarse el conflicto dominante de la novela. A continuación se retrocede en
el tiempo para relatar o resumir hechos
del pasado que interesa conocer. Una
vez que se ha relatado el pasado y se alcanza el punto inicial, la narración
continúa hacia delante. Esta estructura narrativa se denomina in medias res,
osea, comenzar desde la mitad de la historia.
v El espacio: Los espacios son verosímiles y se dibujan con gran acumulación de
detalles. Muchas veces son reales. Aparecen con gran profusión los espacios
urbanos y las zonas alejadas de las ciudades. También los espacios interiores.
El conjunto de la novela es la interacción del personaje con el mundo exterior.
v Las técnicas narrativas:
La pretensión de representar la realidad exige un narrador que
conozca íntegramente la historia y el mundo interior de los personajes, por
tanto se necesita un narrador omnisciente. El naturalismo exige además del
narrador que no haga ninguna intervención directa ni valoración alguna. Las
descripciones son abundantes en esta época. El diálogo es una forma de lograr
impasibilidad narrativa, ya que en él sólo se escucha la voz pura del
personaje. No es de extrañar, pues, que se empleen abundantes diálogos.
v El lenguaje: El lenguaje de los realistas gana en sencillez respecto a la etapa
literaria anterior, esforzándose en depurar la retórica vacía, enfática y
ornamental. La sintaxis oracional no es muy complicada. Los periodos
oracionales son a veces extensos a causa de las enumeraciones motivadas por la
minuciosidad descriptiva. En el léxico destaca la introducción de términos
científicos, ya que los escritores siempre estuvieron muy atentos a la
documentación para conseguir realismo hasta en los últimos detalles. Finalmente
uno de los logros del Naturalismo es la viveza y frescura con que se reproduce
el habla coloquial.
v Literatura objetiva: Debido
a la voluntad de reflejar la realidad de la forma más veraz posible, los
naturalistas empleaban un discurso objetivo en el que el narrador promovía un
tono impersonal. No se involucraba en los personajes, simplemente narraba lo
que a ellos les ocurría y sin poner ninguna frase ni comentario que revelara su
pensamiento. Esto en parte es también influencia del espíritu científico que
tenían los naturalistas y que trataban sus obras como un laboratorio en el que
hacer pruebas y experimentar.
v Novelas como laboratorio: Otra
de las características del naturalismo es que consideraban que el texto
literario era su propio laboratorio. Los naturalistas investigaban a la
sociedad en sus propias creaciones. Aprovechaban las condiciones de personajes
para intentar experimentar con ellos y lanzar hipótesis sobre cómo sería su
futuro y su destino. Los naturalistas se consideraban científicos y su
laboratorio era la literatura.
v La herencia genética: Además
de estar influenciados por nuestro contexto social, los naturalistas también
creían que estábamos influencias por nuestros genes, por nuestra propia
herencia. Las virtudes o defectos que se pasan de generación en generación es
algo que nos condiciona sobremanera y que determina la manera en la que estamos
viviendo en el mundo.
v En contra del romanticismo: Tanto
el realismo como el naturalismo surgieron como reacción al movimiento
romántico. Los románticos habían apostado por llevar a cabo un tipo de arte que
explorara el interior del ser humano, las emociones, los sueños, el
subconsciente, etcétera. Un tipo de literatura muy aislada de la realidad y en
la que el poeta se convertía en una especie de Dios creador. Los realistas y
naturalistas reaccionaron ante esta representación tan poco real del mundo y
por eso promovieron otro tipo de arte que se alejara de la fantasía y reflejara
el mundo tal y como es.
v Uso de la ciencia y del método científico:
Los naturalistas se consideraban científicos de la realidad. Por
ello, seguían un método científico que pretendía analizar la vida de una forma
objetiva y real. Los escritores naturalistas observaban, anotaban, investigaban
y, después, escribían todo lo que habían visto. De una forma sistemática y sin
involucrarse emocionalmente. Lo que querían era analizar la realidad y para
hacerlo tenían la novela y el campo literario que les servía de laboratorio de
experimentación.
v La influencia de Darwin: Y,
por último, otra de las características del naturalismo más destacadas es que
este movimiento coincidió con la aparición de El origen de las especies de
Charles Darwin que se publicó en el 1859. El científico se basó en la biología
evolutiva para intentar explicar de dónde viene el ser humano.
APORTES
A LA LITERATURA
Según Zola las bases teóricas de la novela naturalista se resumen
en el "estudio del temperamento y las modificaciones profundas del
organismo bajo la presión del medio y las circunstancias".
Antitético al espiritualismo y al optimismo ideológico de la
cultura romántica, en el naturalismo se subraya la dependencia del hombre de
las condiciones ambientales y denuncia los límites concretos de su personalidad
ética. Se desplaza toda la atención no tanto hacia la naturaleza, anulada por
un pesimismo opuesto al optimismo ilustrado, como hacia la sociedad entendida
como un mecanismo de atropello y de embrutecimiento del individuo.
Es fundamental la hipótesis de la enfermedad y el mal como
producto del deterioro y distorsión de las estructuras sociales.
En el naturalismo se niegan los principios estéticos tradicionales
para proponer una revolucionaria equiparación entre lo "bello" y lo
"feo". Se reivindica lo que la gran literatura aristocrática y
burguesa había rechazado durante siglos.
Se considerada esta nueva novela como la representante de las
clases bajas, la pequeña burguesía y el proletariado, convencionalmente
marginado del dominio elitista de la literatura.
Principales representantes del naturalismo
Los principales representantes del naturalismo fueron:- Francia. Émile Zolá,
Gustave Flaubert, Guy de Maupassant, Gustave Flaubert.
- Inglaterra. Thomas Hardy, George Bernard Shaw.
- Alemania. Arno Holz, Johannes Schlaf, Carl Hauptmann y Gernhard
Hauptmann.
- Italia. Giovanni
Verga, Luigi Capuana, Matilde Serao.
- Portugal. Eça de
Queiroz.
- Rusia. Chéjoz,
Dostoievski, Máximo Gorki.
- España. Emilia Pardo
Bazán, Luis Coloma, José María de Pereda, el Marqués de Figueroa, Enrique
Sánchez Seña, Benito Pérez Galdós, entre muchos otros.
- Latinoamérica. Manuel Zeno
Gandía (Puerto Rico), Clorinda Matto de Turner (Perú), Augusto D’Halmar
(Chile), Eugenio Cambaceres (Argentina), Rómulo Gallegos (Venezuela),
entre muchos otros.
- Estados Unidos. Theodore
Dreiser, Truman Capote.
Principales obras naturalistas
Ø
Thérèse Rasquin (1867) y Le roman expérimental (1880), ambas de Zolá.
Ø
Otras obras
importantes son Los
malavoglia de Verga, La
desheredada de Galdós, La
puchera de José María de Pereda, Aves sin nido de
Matto de Turner, La
charca de Manuel Zeno Gandía y Santa de Federico
Gamboa.
DIMENSIÓN PROCEDIMENTAL – MOMENTO DE PRÁCTICA O EJECUCIÓN
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ACTIVIDADES
Actividad # 1.

Todo el día, sentados en
el patio, en un banco estaban los cuatro hijos idiotas del matrimonio
Mazzini-Ferraz. Tenían la lengua entre los labios, los ojos estúpidos, y
volvían la cabeza con la boca abierta.
El patio era de tierra,
cerrado al oeste por un cerco de ladrillos. El banco quedaba paralelo a él, a
cinco metros, y allí se mantenían inmóviles, fijos los ojos en los ladrillos.
Como el sol se ocultaba tras el cerco, al declinar los idiotas tenían fiesta.
La luz enceguecedora llamaba su atención al principio, poco a poco sus ojos se
animaban; se reían al fin estrepitosamente, congestionados por la misma
hilaridad ansiosa, mirando el sol con alegría bestial, como si fuera comida.
Otras veces, alineados
en el banco, zumbaban horas enteras, imitando al tranvía eléctrico. Los ruidos
fuertes sacudían asimismo su inercia, y corrían entonces, mordiéndose la lengua
y mugiendo, alrededor del patio. Pero casi siempre estaban apagados en un
sombrío letargo de idiotismo, y pasaban todo el día sentados en su banco, con
las piernas colgantes y quietas, empapando de glutinosa saliva el pantalón.
El mayor tenía doce años
y el menor, ocho. En todo su aspecto sucio y desvalido se notaba la falta
absoluta de un poco de cuidado maternal.
Esos cuatro idiotas, sin
embargo, habían sido un día el encanto de sus padres. A los tres meses de
casados, Mazzini y Berta orientaron su estrecho amor de marido y mujer, y mujer
y marido, hacia un porvenir mucho más vital: un hijo. ¿Qué mayor dicha para dos
enamorados que esa honrada consagración de su cariño, libertado ya del vil
egoísmo de un mutuo amor sin fin ninguno y, lo que es peor para el amor mismo,
sin esperanzas posibles de renovación?
Así lo sintieron Mazzini
y Berta, y cuando el hijo llegó, a los catorce meses de matrimonio, creyeron
cumplida su felicidad. La criatura creció bella y radiante, hasta que tuvo año
y medio. Pero en el vigésimo mes sacudiéronlo una noche convulsiones terribles,
y a la mañana siguiente no conocía más a sus padres. El médico lo examinó con
esa atención profesional que está visiblemente buscando las causas del mal en
las enfermedades de los padres.
Después de algunos días
los miembros paralizados recobraron el movimiento; pero la inteligencia, el
alma, aun el instinto, se habían ido del todo; había quedado profundamente
idiota, baboso, colgante, muerto para siempre sobre las rodillas de su madre.
—¡Hijo, mi hijo querido!
—sollozaba ésta, sobre aquella espantosa ruina de su primogénito.
El padre, desolado,
acompañó al médico afuera.
—A usted se le puede decir:
creo que es un caso perdido. Podrá mejorar, educarse en todo lo que le permita
su idiotismo, pero no más allá.
—¡Sí!... ¡Sí! —asentía
Mazzini—. Pero dígame: ¿Usted cree que es herencia, que...?
—En cuanto a la herencia
paterna, ya le dije lo que creía cuando vi a su hijo. Respecto a la madre, hay
allí un pulmón que no sopla bien. No veo nada más, pero hay un soplo un poco
rudo. Hágala examinar detenidamente.
Con el alma destrozada
de remordimiento, Mazzini redobló el amor a su hijo, el pequeño idiota que
pagaba los excesos del abuelo. Tuvo asimismo que consolar, sostener sin tregua
a Berta, herida en lo más profundo por aquel fracaso de su joven maternidad.
Como es natural, el
matrimonio puso todo su amor en la esperanza de otro hijo. Nació éste, y su salud
y limpidez de risa reencendieron el porvenir extinguido. Pero a los dieciocho
meses las convulsiones del primogénito se repetían, y al día siguiente el
segundo hijo amanecía idiota.
Esta vez los padres
cayeron en honda desesperación. ¡Luego su sangre, su amor estaban malditos! ¡Su
amor, sobre todo! Veintiocho años él, veintidós ella, y toda su apasionada
ternura no alcanzaba a crear un átomo de vida normal. Ya no pedían más belleza
e inteligencia como en el primogénito; ¡pero un hijo, un hijo como todos!
Del nuevo desastre
brotaron nuevas llamaradas del dolorido amor, un loco anhelo de redimir de una
vez para siempre la santidad de su ternura. Sobrevinieron mellizos, y punto por
punto repitióse el proceso de los dos mayores.
Más por encima de su
inmensa amargura quedaba a Mazzini y Berta gran compasión por sus cuatro hijos.
Hubo que arrancar del limbo de la más honda animalidad, no ya sus almas, sino
el instinto mismo, abolido. No sabían deglutir, cambiar de sitio, ni aun sentarse.
Aprendieron al fin a caminar, pero chocaban contra todo, por no darse cuenta de
los obstáculos. Cuando los lavaban mugían hasta inyectarse de sangre el rostro.
Animábanse sólo al comer, o cuando veían colores brillantes u oían truenos. Se
reían entonces, echando afuera lengua y ríos de baba, radiantes de frenesí
bestial. Tenían, en cambio, cierta facultad imitativa; pero no se pudo obtener
nada más.
Con los mellizos pareció
haber concluido la aterradora descendencia. Pero pasados tres años desearon de
nuevo ardientemente otro hijo, confiando en que el largo tiempo transcurrido hubiera
aplacado a la fatalidad.
No satisfacían sus
esperanzas. Y en ese ardiente anhelo que se exasperaba en razón de su
infructuosidad, se agriaron. Hasta ese momento cada cual había tomado sobre sí
la parte que le correspondía en la miseria de sus hijos; pero la desesperanza
de redención ante las cuatro bestias que habían nacido de ellos echó afuera esa
imperiosa necesidad de culpar a los otros, que es patrimonio específico de los
corazones inferiores.
Iniciáronse con el
cambio de pronombre: tus hijos. Y como a más del insulto había la insidia, la
atmósfera se cargaba.
—Me parece —díjole una
noche Mazzini, que acababa de entrar y se lavaba las manos—que podrías tener
más limpios a los muchachos.
Berta continuó leyendo
como si no hubiera oído.
—Es la primera vez
—repuso al rato— que te veo inquietarte por el estado de tus hijos.
Mazzini volvió un poco
la cara a ella con una sonrisa forzada:
—De nuestros hijos, ¿me
parece?
—Bueno, de nuestros
hijos. ¿Te gusta así? —alzó ella los ojos.
Esta vez Mazzini se
expresó claramente:
—¿Creo que no vas a decir
que yo tenga la culpa, no?
—¡Ah, no! —se sonrió
Berta, muy pálida— ¡pero yo tampoco, supongo!... ¡No faltaba más!... —murmuró.
—¿Qué no faltaba más?
—¡Que si alguien tiene
la culpa, no soy yo, entiéndelo bien! Eso es lo que te quería decir.
Su marido la miró un
momento, con brutal deseo de insultarla.
—¡Dejemos! —articuló,
secándose por fin las manos.
—Como quieras; pero si
quieres decir...
—¡Berta!
—¡Como quieras!
Éste fue el primer
choque y le sucedieron otros. Pero en las inevitables reconciliaciones, sus
almas se unían con doble arrebato y locura por otro hijo.
Nació así una niña.
Vivieron dos años con la angustia a flor de alma, esperando siempre otro
desastre. Nada acaeció, sin embargo, y los padres pusieron en ella toda su
complaciencia, que la pequeña llevaba a los más extremos límites del mimo y la
mala crianza.
Si aún en los últimos
tiempos Berta cuidaba siempre de sus hijos, al nacer Bertita olvidóse casi del
todo de los otros. Su solo recuerdo la horrorizaba, como algo atroz que la
hubieran obligado a cometer. A Mazzini, bien que en menor grado, pasábale lo
mismo. No por eso la paz había llegado a sus almas. La menor indisposición de
su hija echaba ahora afuera, con el terror de perderla, los rencores de su
descendencia podrida. Habían acumulado hiel sobrado tiempo para que el vaso no
quedara distendido, y al menor contacto el veneno se vertía afuera. Desde el
primer disgusto emponzoñado habíanse perdido el respeto; y si hay algo a que el
hombre se siente arrastrado con cruel fruición es, cuando ya se comenzó, a
humillar del todo a una persona. Antes se contenían por la mutua falta de
éxito; ahora que éste había llegado, cada cual, atribuyéndolo a sí mismo,
sentía mayor la infamia de los cuatro engendros que el otro habíale forzado a
crear.
Con estos sentimientos,
no hubo ya para los cuatro hijos mayores afecto posible. La sirvienta los
vestía, les daba de comer, los acostaba, con visible brutalidad. No los lavaban
casi nunca. Pasaban todo el día sentados frente al cerco, abandonados de toda
remota caricia. De este modo Bertita cumplió cuatro años, y esa noche,
resultado de las golosinas que era a los padres absolutamente imposible
negarle, la criatura tuvo algún escalofrío y fiebre. Y el temor a verla morir o
quedar idiota, tornó a reabrir la eterna llaga.
Hacía tres horas que no
hablaban, y el motivo fue, como casi siempre, los fuertes pasos de Mazzini.
—¡Mi Dios! ¿No puedes
caminar más despacio? ¿Cuántas veces...?
—Bueno, es que me
olvido; ¡se acabó! No lo hago a propósito.
Ella se sonrió, desdeñosa:
—¡No, no te creo tanto!
—Ni yo jamás te hubiera
creído tanto a ti... ¡tisiquilla!
—¡Qué! ¿Qué dijiste?...
—¡Nada!
—¡Sí, te oí algo! Mira:
¡no sé lo que dijiste; pero te juro que prefiero cualquier cosa a tener un
padre como el que has tenido tú!
Mazzini se puso pálido.
—¡Al fin! —murmuró con
los dientes apretados—. ¡Al fin, víbora, has dicho lo que querías!
—¡Sí, víbora, sí! Pero
yo he tenido padres sanos, ¿oyes?, ¡sanos! ¡Mi padre no ha muerto de delirio!
¡Yo hubiera tenido hijos como los de todo el mundo! ¡Esos son hijos tuyos, los
cuatro tuyos!
Mazzini explotó a su
vez.
—¡Víbora tísica! ¡eso es
lo que te dije, lo que te quiero decir! ¡Pregúntale, pregúntale al médico quién
tiene la mayor culpa de la meningitis de tus hijos: mi padre o tu pulmón
picado, víbora!
Continuaron cada vez con
mayor violencia, hasta que un gemido de Bertita selló instantáneamente sus
bocas. A la una de la mañana la ligera indigestión había desaparecido, y como
pasa fatalmente con todos los matrimonios jóvenes que se han amado intensamente
una vez siquiera, la reconciliación llegó, tanto más efusiva cuanto infames
fueran los agravios.
Amaneció un espléndido
día, y mientras Berta se levantaba escupió sangre. Las emociones y mala noche
pasada tenían, sin duda, gran culpa. Mazzini la retuvo abrazada largo rato, y
ella lloró desesperadamente, pero sin que ninguno se atreviera a decir una
palabra.
A las diez decidieron
salir, después de almorzar. Como apenas tenían tiempo, ordenaron a la sirvienta
que matara una gallina.
El día radiante había
arrancado a los idiotas de su banco. De modo que mientras la sirvienta
degollaba en la cocina al animal, desangrándolo con parsimonia (Berta había
aprendido de su madre este buen modo de conservar la frescura de la carne),
creyó sentir algo como respiración tras ella. Volvióse, y vio a los cuatro
idiotas, con los hombros pegados uno a otro, mirando estupefactos la
operación... Rojo... rojo...
—¡Señora! Los niños
están aquí, en la cocina.
Berta llegó; no quería
que jamás pisaran allí. ¡Y ni aun en esas horas de pleno perdón, olvido y
felicidad reconquistada, podía evitarse esa horrible visión! Porque,
naturalmente, cuando más intensos eran los raptos de amor a su marido e hija,
más irritado era su humor con los monstruos.
—¡Que salgan, María!
¡Échelos! ¡Échelos, le digo!
Las cuatro pobres
bestias, sacudidas, brutalmente empujadas, fueron a dar a su banco.
Después de almorzar
salieron todos. La sirvienta fue a Buenos Aires y el matrimonio a pasear por
las quintas. Al bajar el sol volvieron; pero Berta quiso saludar un momento a
sus vecinas de enfrente. Su hija escapóse enseguida a casa.
Entretanto los idiotas
no se habían movido en todo el día de su banco. El sol había traspuesto ya el
cerco, comenzaba a hundirse, y ellos continuaban mirando los ladrillos, más
inertes que nunca.
De pronto algo se
interpuso entre su mirada y el cerco. Su hermana, cansada de cinco horas
paternales, quería observar por su cuenta. Detenida al pie del cerco, miraba
pensativa la cresta. Quería trepar, eso no ofrecía duda. Al fin decidióse por
una silla desfondada, pero aún no alcanzaba. Recurrió entonces a un cajón de
kerosene, y su instinto topográfico hízole colocar vertical el mueble, con lo
cual triunfó.
Los cuatro idiotas, la
mirada indiferente, vieron cómo su hermana lograba pacientemente dominar el
equilibrio, y cómo en puntas de pie apoyaba la garganta sobre la cresta del
cerco, entre sus manos tirantes. Viéronla mirar a todos lados, y buscar apoyo
con el pie para alzarse más.
Pero la mirada de los
idiotas se había animado; una misma luz insistente estaba fija en sus pupilas.
No apartaban los ojos de su hermana mientras creciente sensación de gula
bestial iba cambiando cada línea de sus rostros. Lentamente avanzaron hacia el
cerco. La pequeña, que habiendo logrado calzar el pie iba ya a montar a
horcajadas y a caerse del otro lado, seguramente sintióse cogida de la pierna.
Debajo de ella, los ocho ojos clavados en los suyos le dieron miedo.
—¡Soltáme! ¡Déjame!
—gritó sacudiendo la pierna. Pero fue atraída.
—¡Mamá! ¡Ay, mamá!
¡Mamá, papá! —lloró imperiosamente. Trató aún de sujetarse del borde, pero
sintióse arrancada y cayó.
—Mamá, ¡ay! Ma. . . —No
pudo gritar más. Uno de ellos le apretó el cuello, apartando los bucles como si
fueran plumas, y los otros la arrastraron de una sola pierna hasta la cocina,
donde esa mañana se había desangrado a la gallina, bien sujeta, arrancándole la
vida segundo por segundo.
Mazzini, en la casa de
enfrente, creyó oír la voz de su hija.
—Me parece que te
llama—le dijo a Berta.
Prestaron oído,
inquietos, pero no oyeron más. Con todo, un momento después se despidieron, y
mientras Berta iba dejar su sombrero, Mazzini avanzó en el patio.
—¡Bertita!
Nadie respondió.
—¡Bertita! —alzó más la
voz, ya alterada.
Y el silencio fue tan
fúnebre para su corazón siempre aterrado, que la espalda se le heló de horrible
presentimiento.
—¡Mi hija, mi hija!
—corrió ya desesperado hacia el fondo. Pero al pasar frente a la cocina vio en
el piso un mar de sangre. Empujó violentamente la puerta entornada, y lanzó un
grito de horror.
Berta, que ya se había
lanzado corriendo a su vez al oír el angustioso llamado del padre, oyó el grito
y respondió con otro. Pero al precipitarse en la cocina, Mazzini, lívido como
la muerte, se interpuso, conteniéndola:
—¡No entres! ¡No entres!
Berta alcanzó a ver el
piso inundado de sangre. Sólo pudo echar sus brazos sobre la cabeza y hundirse
a lo largo de él con un ronco suspiro.
FIN
Preguntas:
1.
¿Qué temas se abordan?
2.
¿Qué
aspectos se evidencian?
3.
¿Cuáles son
los personajes principales?
4.
En qué lugar
ocurren los hechos?
5.
¿Quiénes son
sus personajes secundarios?
6.
¿Qué
relación encuentras entre el título y el tema?
7.
Desde tu
punto de vista, ¿por qué crees que los chicos mataron a su hermanita?
8.
Los padres
se echan mutuas culpas del estado de los varones, ¿cuáles son los argumentos
que utiliza cada uno para responsabilizar al otro del drama?
9.
Cuál fue la
parte de este cuento que más te impresionó?
10. ¿Te
gustó el cuento de Horacio Quiroga? ¿Por qué?
11. ¿qué
piensas de este cuento?
12. Hablando
desde tu punto de vista, ¿qué crees que fue la acción de la cual llegó a este
final?
Horacio
Silvestre Quiroga Corteza (Salto, Uruguay, 31 de diciembre de 1878 - Buenos Aires, Argentina, 19
de febrero de 1937), cuentista, dramaturgo y poeta uruguayo-argentino. Fue el
maestro del cuento latinoamericano, de prosa vívida, naturalista y modernista.
Sus relatos breves, que a menudo retratan a la naturaleza como enemiga del ser
humano bajo rasgos temibles y horrorosos, le valieron ser comparado con el
estadounidense Edgar Allan Poe.
Actividad # 2.
Investiga las siguientes preguntas:
1.
¿Por qué se
caracteriza el naturalismo?
2.
¿En qué siglo y
aproximadamente en qué años se desarrolla el naturalismo?
3.
¿Dónde surgió
principalmente el naturalismo?
4.
¿Quién fue su máximo
exponente?
5.
¿Qué pretendía el
método científico?
INVESTIGA:
Escribe las características literarias del Naturalismo.